20 de Julio en San Andrés: sol, lluvia y orgullo patrio en clave de banda de paz
- Redactor
- 19 jul
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Crónica
Por:
Mónica Jay Cadavid
Es 20 de julio y la isla amanece distinta. Desde muy temprano se escucha el eco de tambores, redoblantes y trompetas afinándose. Las calles se empiezan a vestir de banderas, uniformes impecables, peinados elaborados y el característico bullicio de quienes se preparan para un día especial: la conmemoración del Día de la Independencia de Colombia.
En los hogares isleños, el ambiente es de fiesta. Las niñas despiertan emocionadas para lucir sus mejores trenzas —a veces con hilos de colores y accesorios brillantes— que se han preparado días antes con paciencia y amor. Los niños, por su parte, se alistan con sus cortes de cabello más frescos y modernos, sabiendo que serán parte del desfile más esperado del año. Para muchos, es una oportunidad para estrenar uniforme, zapatos o incluso unos lentes de sol, con los que marcharán bajo el inclemente sol isleño.
Mientras tanto, los profesores de música, educación física y danza se convierten en directores de escena. Han pasado semanas ensayando con sus estudiantes, ajustando escuadras, corrigiendo pasos, afinando instrumentos. Todo debe lucir perfecto, o al menos lo suficientemente armonioso como para hacer vibrar a los espectadores con orgullo.
Y llega el momento. Bajo un cielo que mezcla sol abrasador y lluvias pasajeras —como si el clima también desfilara—, las bandas de paz hacen su entrada triunfal. Con sus brillantes uniformes y pasos sincronizados al ritmo de la banda y sabor caribeño, lo dan todo: en fuerza, energía y carisma. Son el corazón del desfile, el espectáculo que arranca aplausos y pone a vibrar la piel con cada redoble.
Los batuteros, con sus acrobacias en el aire, arrancan vítores y miradas de asombro. Giran sus bastones como hélices de helicóptero, los lanzan al cielo y los atrapan al borde del error en una muestra de destreza que hipnotiza. Cada banda incluye fragmentos de la música de moda, arreglada con percusión y metales, que transforma el desfile en un carnaval sonoro, esperando quedar en los primeros lugares en el concurso que realiza la Gobernación del Departamento, a través de la Secretaria de Educación.
A los lados de la avenida, la comunidad se hace presente con igual entusiasmo. Familias enteras, vecinos, comerciantes y turistas se agolpan bajo sombrillas o se acomodan como pueden en las aceras. También estrenan vestuario, peinado con trenzas; y orgullosos de alentar a sus hijos, nietos, sobrinos o simplemente a los jóvenes que representan con dignidad a su institución educativa.
Pero más allá del desfile, este día es también una oportunidad de oro para la reactivación del comercio local. Las calles se convierten en una galería de colores y sabores donde emprendedores isleños aprovechan para sacar su pequeño negocio: desde ventas de comidas típicas, comida rápida, helados, bolis, paletas, agua, bebidas hidratantes, entre otros. Muchos habitantes encuentran en esta fecha una ocasión para mejorar su economía, ofreciendo productos y servicios a los cientos de asistentes que llegan a ver el desfile.
La jornada avanza entre gritos de emoción, lluvias repentinas, el brillo del metal en el sol, y el cansancio que no importa porque es un día para celebrar a Colombia con acento isleño, con identidad raizal y con todo el corazón.
El 20 de julio en San Andrés no es solo un desfile: es una muestra viva para exhibir y enaltecer nuestra cultura raizal con la cabeza en alto, de admirar la dedicación de maestros y estudiantes, y del espíritu alegre y resiliente de un pueblo que sabe celebrar su "historia" con música, trenzas, tambores y una sonrisa bajo el sol.
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